"la poesía es un espejo/ que muerde" --Jorge Arturo, El Blues del aprendiz

sábado, 24 de septiembre de 2011

Poesía al margen: un poco de fe.

Cuarta Actualización:


Quiero agradecer en esta penúltima actualización a las 29 personas que hasta el momento han apoyado este proyecto: Chío, Roberto León Barth, Mario León Barth, Virginia Leitón, Ana Seydi López, Sonia Cruz Jaen, Raúl Gallardo, Flor Mora, Sylvia Castellanos, Carlos Núñez, Gabriel Antich, Ana Victoria Sandoval, Lucy Barquero, Álvaro Martínez, Álvaro Lizano, Sylvia Junco, Manuel Junco, Vivian Junco, Karen León, Milton Gutiérrez, Reyna Zaldívar, Ileana González, Anabelle Vargas, Lucy Gutiérrez, Sigilfredo Rojas, Maritza Campos, Julio Igualador, Roena Crawford y Seydi León Barth.
Infintas gracias a todos ustedes.

Se agota el tiempo y sólo un 18% nos separa de la meta.
Aparentemente los bancos españoles no están listos para las tarjetas latinas, así que hasta nuevo aviso sólo pueden hacerse aportes con paypal.com:
(http://www.lanzanos.com/proyectos/imprimir-paisajes-remotos/).

Siempre empiezo agradeciendo su apoyo, hoy aparecen los nombres porque según lo programado la presente entrega corresponde a "un humilde reconocimiento a personas que han tenido fe en mi libro". Decían mis abuelos que es de gente noble ser agradecidos, yo estoy plenamente de acuerdo y aprovecho cada oportunidad que tengo para agradecer, lo triste más bien, es la falta de oportunidades para poder demostrarlo con algo más que palabras.
Este libro ha tenido desde un principio una sola dedicatoria: "A mis seres queridos. En gratitud por su fe". Es algo así como una casa abierta: está para todo mi orgullo la familia que puebla mi sangre y la que yo he elegido, están todos mis muertos como mis activistas del otro lado, los amigos, desde los de infancia aunque ya no los frecuente, hasta los que como dijo Cobain "me conocen bien e igual siguen siendo mis amigos"; las niñas que me desdeñaban en altura por dos o más platónicas cabezas hasta ella la que "es un beso de puntillas/ diminuta/ compacta/ contundente/ definitiva"; maestr@s amorosamente sever@s (especialmente a l@s que me enseñaron algo que nada tenía que ver con su clase), a toda persona que haya cocinado para mí (puntos extra si era la abuela de alguien), a todo aquel que me haya dado una oportunidad, un empleo, un techo, un aventón; cada escritor, pintor, cineasta, músico, bailarina, actor, en cuyo trabajo haya apoyado alguna vez mis funciones vitales; al selecto personal de orientación, psiquiatría, psicoanálisis y de cualquier otra corriente que me haya prestado su sillón; compañeros (de juego, castigo, estudio, trabajo, taller, cuarto, viaje), colegas del poetariado, vecinos, alumnos, unos cuántos gatos y perros, también a los que una tarde o noche se bajaron de su carro a ayudar y cualquiera que merezca la simpatía natural de mis afectos; entre much@s otr@s que no dejan de entrar y salir de esta vida que por ser tant@s y tanta su generosidad, me obligan a sentir que este libro es como pagar una deuda con otra. A tod@s proporcionalmente (algun@s --sin duda-- ya fueron nombrad@s en la lista que encabeza estas palabras), se enteren o no, les he dedicado este libro de poemas.

El asunto es que el libro también tiene a quienes agradecer inmensamente y quiero referirme un poco a ell@s. Agradezco infinitamente su generosidad, esta última palabra que se repite muchas veces a continuación:

Al poeta costarricense Edmundo Retana lo conocí un lunes 27 de abril de 1992, yo tenía 10 años. El día 24 de diciembre anterior había dejado la imprenta su primer libro "Los bailes íntimos", la navidad de 1991 había obsequiado a la literatura costarricense uno de sus libros más genuinos, una joyita actualmente fuera de circulación y que debe reeditarse con urgencia. Ese poemario fue una de lo que llamamos "casualidades" que nos llevaron a conocernos. Cuando me mudé a México, llegando al aeropuerto, la oficial al ver mis valijas pasar por los rayos X, dijo: ¡sólo trae libros! "Los bailes..." había sido de lo primero en empacarse; preferiría prestar un riñón que ése libro. Edmundo me ha dicho que ya desde antes de nuestro primer encuentro yo escribía pequeños apuntes en cuadernos pero no poemas; cuando finalmente llegué a escribirlos se los mostré a él, desde entonces y a lo largo de todos estos años de mucha paciencia por su parte, lo he considerado mi maestro. Paisajes remotos no sólo asimiló sugerencias concretas de su cosecha (generosas y atinadísimas) si no que mi propia concepción de la poesía en muchas maneras responde a él como mentor y amigo, así que lo que pueda tener de bueno el libro se lo debo en gran parte a Ed. Lo malo es culpa mía, soy un discípulo difícil.

Dolores Castro, para los que la adoramos "Lolita", fue de mis primeras maestras de la SOGEM, su pasión por la poesía la hacía --a los ochenta y tantos años-- atravesar la ciudad (que está entre las más grandes y caóticas del mundo) una vez por semana, su vitalidad ha sido siempre tanta que al veinteañero que era yo lo hacía sentir viejo. Por entonces ella releía a Ernesto Cardenal y profesaba para sus alumnos la forma más prístina y llana de expresión, sin dejar por ello la obligación de decir algo en cada poema. Todos sabemos el monumento humano que ella es, la cantidad de libros publicados, los años de compartir sus conocimientos con los alumnos, me basta decir que enemiga como yo, del dominguero malabarismo verbal y la pirotecnia fonética, no tardamos en atender nuestras afinidades entablando una bonita amistad maestra-alumno. A quién quiera acercarse a su poesía les recomiendo una semblanza que apareció en los números recientes de la revista zacatecana “Dos filos”. Ella ha tenido la bondad de escribir unas palabras para engalanar mi pequeño libro. Les comparto algunos fragmentos:

"[…] Víctor M. León se enfrenta a su propia poética, en medio de un mundo de imágenes inexpresivas que combate y del que sale triunfante, esto es evidente para el lector de Paisajes remotos. De piedra, y Panthalasa, sus dos últimos poemas lo confirman.
[…] excelente y asiduo lector, un poeta joven, inteligente y sensible, que con palabras necesarias, con imágenes necesarias, construye poemas originales, emotivos, y comunica experiencias fundamentales".

El último de mis maestros de poesía en SOGEM fue Héctor Carreto, "last but not least". Una afinidad poética prenatal: el humor, agudo y dinamitero y democrático, ¿qué más puedo decir? Cualquier poeta contrario al hermetismo y la solemnidad, es dos veces poeta; para que salgan de dudas los remito a la edición de su poesía reunida en la colección de la UNAM. Su catálogo como editor, tampoco es algo que se pueda pasar por alto, lo menciono no tanto por barbero como para mi propio autobombo ya que fue él quién tuvo la bondad de ofrecer Ediciones Fósforo para la publicación de Paisajes remotos, honor que si fuera poco, se desborda con la promesa de concederme unas palabras suyas para el prólogo. Su ayuda con este libro es apenas una pequeña muestra de su generosidad superlativa.

El costarricense Ricardo Ulloa Garay es un reconocido poeta-artista plástico y viceversa y puede agregar por mi parte en su currículum: “un gran ser humano”. Sus dibujos-línea me han encantado desde siempre, acá en México tengo varios libros ilustrados por él, entre ellos: los ticos Asabis de Osvaldo Sauma e Isla de Juan Antillón y Los pobres del recientemente fenecido hondureño Roberto Sosa. Sus dibujos son como la poesía misma debería ser: austeros y limpios invitan a participar del juego al espectador. Así que sin conocerlo y mediante la intercesión de Edmundo Retana y Florita Madrigal, amigos mutuos, tuve la osadía de pedirle que ilustrara mi libro. Pocos días después cortesía del maestro Ulloa Garay me llegaron vía correo los dibujos especialmente para mi libro. Sólo puedo compartirles mi felicidad y agradecimiento, mostrándoles su trabajo.  

Estas dos son del día que me llegaron: 



Esta es un escaneo a una escala menor:



Mi poesía hasta este momento ha tenido una difusión más bien tímida, ha caminado poco y sin embargo me ha dado ya algunas satisfacciones, como ya es un decir en este oficio —yo se lo atribuyo a Jorge Boccanera— “lo mejor de la poesía son los amigos” (tiene que ser porque las prestaciones son infrahumanas) y así estos poquitos poemas me han acercado a nuevas amistades. Quiero representar a estos amigos (conocidos o por conocer) en la figura del poeta, narrador y editor puertorriqueño, —un amigo al rojo vivo— Edgardo Nieves-Mieles, beligerante del verso, poeta sin concesiones dentro o fuera del papel. No quiero dejar de presentar a este multilaureado boricua y sus heterónimos epistolares sin mencionar algunos de sus libros: El ramalazo de semen en la mejilla ortodoxa (De cómo un poeta recién casado corteja la poesía a escondidas de su esposa y otras taquicardias) (1987), El amor es una enfermedad del hígado (1993), Las muchas aguas no podrán apagar el amor (2001), entre otros (tengo el gusto de tener ya en casa la 2da reimpresión de su libro: A quemaropa). Y una cosa más, es el lector más compulsivo, metódico y apasionado que conozco, en serio. Creo que eso da una idea. El asunto es que Edgardo muy gentilmente apadrina este librito desde que supo que existía, me ofreció su editorial Espejitos de papel para que Paisajes remotos naciera boricua, antes de Lanzanos.com sugirió como método de recaudación algo que incluía dos pantihoses, dos revólveres de juguete y un Sanborns; también aportó significativos y comprometidos consejos que constan en la versión final del libro (¡muchas gracias por eso!) y finalmente, me obsequió con lo más amable que se haya escrito sobre mi poesía y publico acá, no sin sonrojarme como es debido:

“La aparente y magra sencillez con la cual Víctor León Leitón borda los versos, no logra ocultar el sabio manejo de lo que entrelínea lo no dicho. Lo apenas esbozado o sugerido. En esto, el lector avezado podrá intuir un magisterio común en los artesanos orientales de la palabra que nos legaron el longevo jaikú. También hechizan la rica plasticidad de las imágenes (“esos párpados de rocío que son su inocencia”; “alguien se mece en la música como un árbol al que el viento susurra paisajes remotos”; “apedrea las ventanas de la paciencia”) con la cual va salpicando aquí y allá los textos lo mismo que la capacidad para adjetivar de modo siempre sorprendente y audaz (“el verde civilizado de los parques”; “vidriosos alaridos”; “un vaho de escarchas afiladas”). Notable, además, resulta la ternura con la cual el poeta le imparte una vida inusual a lo que no suele tenerla. Es decir, a los objetos, a las cosas inanimadas, pero igualmente cargadas de vivaz expresión (“la docilidad sempiterna de la piedra”; “el dolor crece como una orquídea sin nombre”; “el océano estremece con su coro de soledades”).  En esta ópera prima, Víctor León Leitón me lleva a recordar la economía minimalista de un Henri Cartier-Bresson, quien aseguraba que su cámara era su cuaderno de notas. No ya por los certeros disparos del obturador en manos tan agraciadas. Tampoco por la firme y magistral limpieza con la cual el cirujano ejemplar maneja el bisturí. Sino por la incandescencia elocuente de su palabra. Estos artefactos evidencian el agudo olfato del cazador que anticipa siempre las dimensiones de la bestia a la que acecha y que aspira a convertir en presa. Todas estas bondades tan caras en un escritor joven desembocan necesariamente en una gozosa complicidad de la que el lector no querrá ya desvincularse. Cuando, con el trazo de tan sólo un puñado de palabras, el poder de evocación de un poeta logra plasmar ante nuestros sentidos imágenes cuya solidez y hermosura podría competir con la de la misma Capilla Sixtina, es evidente que estamos ante un Elegido. Así que, en sus manos tiene Ud. un cuaderno que transpira por sus cuatro esquinas la promesa de un poeta cuya obra podría desafiar el paso del tiempo”.

Ahora que ya está dicho que todo el libro es un gesto de agradecimiento, me gustaría agregar algo que le he estado comentado a mis diferentes benefactores: creo determinadamente —tengo la absoluta certeza— de que este libro es ahora mejor sólo por la calidad humana de las personas que lo han apoyado.

            En la próxima y última actualización (al menos antes de que venza el plazo para aportar al proyecto), les estaré mostrando un vídeo de una de mis lecturas. Nuevamente agradeceré cualquier esfuerzo de apoyo y difusión de su parte.

=o0o=

Les reitero que hay problemas con los pagos con tarjeta de Costa Rica y México de momento sólo se están aceptando pagos vía paypal.com:

lunes, 5 de septiembre de 2011

Génesis de un libro (parte III y última): un punto de vista.

Tercera Actualización:


Agradezco a tod@s l@s que han aportado su tiempo y dinero, gracias a ustedes la recaudación va al 48%, vamos prácticamente a la mitad del camino.
Les comento que ya se pueden hacer donaciones directamente con la tarjeta de crédito/débito internacional en:

Prometí para esta entrega mi punto de vista para con la poesía en Paisajes remotos. En primer lugar quise escribir un libro sincero y decente, algo de lo que no me arrepintiera. Eso fue lo que me propuse, lo que logré está por ser juzgado.
En segundo lugar y aunque se me trate como un apestado en ciertos círculos exquisitos, no siento afinidad con la poesía esnob y grandilocuente, esa misma que ningún particular lee por considerarla exclusiva para intelectuales, “profunda”, “antigua”, “solemne”, cuando en realidad se trata sólo del hermetismo cobarde de algún onanista. Pienso que hay algo en las palabras que no les pertenece, una vitalidad que les imponemos; hablo irremediablemente de literatura pero principalmente de metafísica. Los temas que me interesan son los cotidianamente desapercibidos y sin embargo con los que cualquier persona pueda relacionarse, sentir.
El tercer aspecto fue que no quise escribir poemas en primera persona. De alguna forma sentía alergia de hablar de mis sentimientos como si tuvieran algo de especial por encima de los demás. Tuvo mucha influencia en esto una conversación que tuve con el poeta costarricense Jorge Arturo, fallecido en 2010 (este blog ha sido bautizado en honor suyo, quizá en alguna otra ocasión comparta alguna semblanza sobre los dos encuentros que tuvimos). Respeto estoicamente al poeta que era yo cuando decidí hacerlo así y comprendo que no había otra forma de hacerlo, aunque más adelante me ocupen otros temas que requieren inefablemente el salto al centro del ruedo.
Lo último, referente quizá a la travesía emocional en la que escribí el libro, es que encuentro en la mayoría de los textos un dolor contenido, algo reposado, una sensibilidad curtida; es el asombro que sobrevino momentos en los que era difícil asombrarse.
Últimamente, a raíz de todo lo anterior, pienso en la poesía contenida en ese libro como un corazón dentro de una hielera viajando a toda velocidad en una ambulancia que aúlla.

=o0o=

Para terminar, les dejo un simpático audio de cuando estuve en la radio. La locutora es María Eugenia Pulido y la productora del espacio es Olga Durón. Mi intervención se daba en el 2008 en el contexto de mis estudios con mi admirada y querida maestra Carmen Limón en SOGEM. Atesoro esta ocasión con particular cariño puesto que era la primera vez que mostraba mi trabajo frente a un gran público y después de salir al aire varias personas se comunicaron vía telefónica a la emisora para conversar conmigo y preguntarme que dónde podrían comprar un libro que aún no existía y ahora ustedes me ayudan a publicar.

Para su dosis de poesía, visiten la participación en Radio educación (dura 15 minutos):



La siguiente actualización consistirá en un humilde reconocimiento a personas que han tenido fe en mi libro.